Otra vez, fin de año.
Y yo, como siempre, buscando daños.
El año pasado pude aprender
como se ha de saludar a una mujer
Fue un momento divertido, ¿No crees?
Y el beso que dí... lo guardaste bien.
Noche de empezar a creer la de hace un año.
Noche de asesinar creencias la de este año.
Ilusiones fallidas, quizás corroídas
por lo mismos ratones que tu coraza no roen
y los mismos matones que tus sentimientos comen.
Darte cuenta y ver
que ha pasado un año sin querer.
Has querido, amado, dolido, llorado...
Pido perdón a todos los que hice daño
pues ésta declaración no la hago cada año.
Sin embargo, adorno mi sonrisa con los apaños
que han permitido a mi corazón vencer esos daños.
Otro año más, otro año menos para tí.
¡Que no vives, ni sueñas! Sólo culeas.
Sólo buscas no morir en tu carretera.
¡VISTÁMONOS DE ETIQUETA!¡SALGAMOS DE FIESTA!
Porque en 2012 hubo roce, en 2013 se hará el cariño.
¡EMBORRÁCHATE, SAL Y DISFRUTA! Que no te joda la noche, que es muy puta.
Dale a la vida una patada en los huevos,
se lo merece, por ponernos los cuernos (con el destino, mis cielos)
Ahora calma, relaja, haz un brindis y pilla castaña.
El año nuevo viene cargado de recuerdos
que el año que viene sentirás lejos (Ve y grita "Te quiero")
¡No os arripintáis mamonazos!
Si al menos alguien supiera exactamente
lo que tenemos dentro... Si hubiera algún sistema que nos dijera lo
que sentimos, lo que en verdad queremos, lo que deberíamos hacer
para conseguirlo, cómo comportarnos, evitar cometer errores, evitar
perder lo que más queremos.... Algo que nos dijera la verdad de
todo, de aquellos ojos a través de los que nos vemos, de ¿Dónde
estabas? ¿Me quieres? ¿Te importo?. Y así, evitar desengaños,
sufrimientos innecesarios, ilusiones falsas.
Que nos permitiese tomar la decisión
adecuada, y evitar arrepentirnos de haber perdido ese algo que nos
llenaba. Que nos dijera exactamente nuestro error y permitiera que a
través del perdón lográramos recuperar. Algo que nos diga cómo sacar la frase, el acto, que encendiese la chispa que siempre faltó en tí, y no en mi. Que si por chispas fuese, gasté el gas de mi mechero.
Pero no, la vida está hecha para ser
difícil, sí, pero jamás hubiera imaginado que lo fuese a ser
tanto, y tan sólo tengo pocos años.
La vida, nos jode.
Las cosas que hemos perdido, que
querríamos recuperar costase lo que costase.
Esas palabras a mi oído, esas que me
llenaban de vida, lucharía hasta desfallecer por ellas. Debes saber
que sólo con una palabra conseguías levantar mi ánimo... Que me dueles, pero que
contigo, era FELIZ.
Pero no, la felicidad es
indescriptible. Es tan abstracta e inalcanzable como volverte a
tener. ¿O no?
Y otra vez llegan estos días....que
todo el año debería ser así. Días en los que recuerdas que has de
reunirte con tu familia (quien la tenga) seáis muchos, o pocos. Hay
quien se ha ido, para siempre, o bien por un psicópata que agarra
una pistola y dispara a niños sin pensar lo más mínimo, o gente
más cercana que alguien haya perdido, por ejemplo, en un terrible
accidente de tráfico.
Gente que no se lo merecía, que no
había hecho nada malo, pero así como ellos la perdieron, la vida,
así la pierden miles de personas congeladas cualquier noche de
invierno. Y mientras, nosotros nos damos cuenta de que, a la vez que
nosotros estamos comiendo langostinos al calor del hogar de la casa
del abuelo, hay miles de personas que duermen bajo periódicos,
manchando sus arapos de tinta mal impresa. Esas miles de personas que
se merecen igual que tú tener un techo bajo el que sonreír.
Miles de cabezas, heladas bajo la luna
llena que baña el cielo de esta noche de Diciembre, otro año más.
Y sin embargo, nosotros como borregos, no hacemos nada por impedirlo.
Lo sabemos, y aún así lo evitamos.
Evitamos ¿Qué? ¿Pensar en ello?
¿Sólo por estos días? Nos compadecemos de todos aquellos quince
tristes días al año ¿Por qué no acordarnos de ellos día tras
día, y hacer lo que podamos por ayudarlos? Me remuerde las tripas y
me quema las entrañas acordarme de aquellos que veo en la calle, sin
un mísero trozo de pan que llevarse a la boca.
Aún así, es momento de pararse a
pensar, de de retomar todo aquello que nos ha ocurrido durante este
año, a quienes hemos conocido, dejar a un lado los prejuicios y dar
abrazos. Recordar sólo lo bueno, de lo malo nada, ser objetivos por
una vez al año y PERDONAR.
Piensa para vivir y soñar, pero sobre
todo, para reflexionar.
Parecen ideales, quizás muy casuales,
y ya sé que no es mi estilo, pero así me despido.
Feliz, sí, pero
¿Navidad? Exactamente, ¿Qué es? Navidad.... tiempo de recapacitar.
Jodido momento en el que se me ocurrió acordarme de ti. El cansancio asomaba y una melodía, bastante familiar, asaltó mis neuronas, pistola en mano, para que sucumbiera a volverla a escuchar. De nuevo, después de haber pasado aquellos meses, infernales... por cierto. Jodidas primeras notas de ese acorde que dio pie a que aquella extraña sensación comenzara... Se adueñara de mi cuarto, cual conquistador nato, e hiciera de mí un caldo de pensamientos, rabia y sentimientos, insensatos quizás.
¿Sabes? Hacía mucho tiempo que no pensaba en ti, tu voz, tu pelo, tus manos, tu piel... Hacía mucho que no enloquecía de aquella manera, como sólo tú sabías hacer.
Pero ésta vez fue diferente, ya no dolía, ya no pensaba en lo que pudo y debió ser pero nunca fue. Ahora sonreía, y gracias a todo, ninguna lágrima pudo recorrer mi mejilla al son que la gravedad marcaba.
Mis pies en el suelo, nunca hubo mejor bien. Ya no me hiciste soñar, o volar, o bailar al son del ritmo de tu corazón. Ya no me interesaba la más mínima parte de ti, sólo quería volverte a ver, sorprenderte por la espalda y que me contaras cómo te iba.
Ya no había un "nosotros". Tan sólo un "Tú" y un "Yo" saboreando aquel café invernal frente a la luna de aquel bar. Contándonos la vida. Contándonos qué tal nos va.
Bajo tu pelo, tu pálido cuello
Cuello que todos tienen en deseo.
En tus ojos mil ventanas.
Las mismas que ayudan a levantarse al alba.
En tus labios un infierno,
En el que aún me perdería por un beso
Sobre tu piel derramaría
Quinientas copas de agua fría.
Copas que te obliguen a rezar
A por mi calor suplicar.
En tus manos está mi piel
Aquella bajo la que te amarías perder.
En tu pecho descansar
Tantas noches buscando un mal.
En tu corazón, nada de nada.
De tu razón, sólo salen palabras.
De esto que pasa, que un día, cambia
todo. Tu vida, tu mirada, tus lágrimas, tu “rutina”.
Quizás sea por haberte intentado
olvidar, aunque no del todo. Quizás porque la fragancia de tu
colonia ya no prevalece más sobre aquel trocito de papel de
envoltorio. Quizás porque me he reconocido que he de dejarte ir, es
lo que tenemos merecido.
¿Libertad? Quizás es demasiado
hablar de ello, pero algo así es lo que pretendo.
Cambiar, que tu sonrisa la hagan
aparecer otras palabras... que vienen de una boca que jamás hubieras
imaginado. Llega de repente y sin avisar, y supongo que será verdad
eso que dicen, que cuando menos te lo esperas, las cosas suceden.
Tanto para bien como para mal, se esconden unas caras para ser
sustituidas por otras, pero nunca ser olvidadas.
Aún duele pensar en todo lo que fue,
pudo haber sido y a la vez no fue. Ahora ya no sabes si ésto podrá
ser, comenzará, o no acabará.
Improvisación, de ella está hecha mi
vida. De cosas que suceden, de improvisto, de vivir día a día, sin
esperar cosas que sin más, llegan y te llenan. También sin
quererlo, sin desearlo, ni forzarlo.
Ya no sé si es destino, o que pateé
cada una de las piedras del camino. Pero creo que voy labrando el
buen camino...
No hay nada como ver el sol reflejarse en la sonrisa de quien amas, cualquier día a primera hora de la mañana. Ver que ha dormido ahí, a tu lado, que no ha dejado vacío ese lado de la cama. despertar y oler su fragancia incrustada en la funda de tu almohada, y esnifar hasta que tus pulmones se quedan sin aire, y tu sin respiración.
Nada como escuchar esas notas de tu canción preferida al final del día, acompañándote en tu cama para hacerte dormir. Esas que poco a poco forman melodías en tu mente llamando a la inspiración para que venga a verte, justo segundos antes de soñar. Con esa fragancia incrustándose en tu cerebro, con esos labios que aullan por sus besos, esos "echo en falta" que a veces te callas sin pensar en perder la batalla.
No hay nada como respirar el frío aliento de las calles asfaltadas cualquier día de madrugada, tras haber atracado tu petaca de tequila sin pensar ni un instante en la vida. Ese aliento, que ojalá fuese el suyo, solo para soldar vuestros labios sin permitir escapar a ese "te amo".
Que ojalá esta noche estuviesen aquí esos ojos que tanto amaste, esa risa que tan armoniosa retenías en tu cabeza, esos besos que tanto añoras, ese corazón que tan bien te explota.
No hay nada como acabar sin haber acabado, odiar habiendo amado, desaparecer permaneciendo al abrigo del día en que recibas un "te quiero", querer decir lo que tanto has deseado, lo que te quema, lo que te está matando.
Cosas que empiezan justo tras acabar
otras. La vida que dan esas pequeñas cosas a las almas en pena que
se ven correteando por las calles. Niños, adultos, ancianos. Nadie
como tú. Y de repente, SOLEDAD.
Estar deseando un abrazo, de otro alma
rota, o probablemente no tanto como la tuya, pero deseándole. No
sabes que acabar haciendo con tu vida. Vacío, sólo vacío aquí
adentro. Y eso no es lo que quieres. No será lo que buscas, ni tan
siquiera lo que encuentres.
Dar sin querer recibir.
Pensar sin amar la
preocupación.
Amar sin sufrir...
Quizás, amor sin amor.
Confiar sin vestir de
dolor.
Amanecer tan solo, con
calor.
No necesitar un ardor
para prender el fogón.
Tristeza es lo único que
aprecian tus ojos, descoloridos ya de tanto llorar.
¿Enserio crees que puedes
seguir así?
Descoloca tu vida otra vez. Como hace
un año por estas fechas. Manda a la mierda al mundo, y sé feliz...
¿Por qué perdemos? O ¿Por qué
ganamos? ¿Quién decretó que la vida fuese una
batalla contra algo?
Si que lo es, contra ese sentimiento
inconfundible y descentrante. Enloquecedor de nuestras neuronas. Pero,
¿Por qué no siempre ganar?
Fácil: Justicia.
¿JUSTICIA? ¿Enserio me habláis de
justicia ? Vosotros, que no tenéis ni idea de lo que es. No tenéis
ni idea de lo que es pasar las noches despierta imaginándote a su
lado y segundo tras segundo recordar cada momento pegados. Recordar
cada caricia sobre tu piel, cada gota de su aliento entrando en ti.
Cada primera vez que hizo algo nuevo. ¿Enserio?
Ésto no es justo, NUNCA. Y siempre
acabas hundido en el barro. Siempre pierdes, nunca ganas la milésima
parte de la batalla,
Y batalla tras batalla sientes que poco
a poco vas perdiendo las fuerzas para luchar contra algo tan
irremediablemente hiriente.
Que esto no es bonito, joder. Que si de
cada minuto en una nube pasas cinco hundida en el subsuelo no hay
justicia presente. Ni siquiera se divisa a lo lejos en la lejana
línea del horizonte.
Horizonte que perdemos de vista cuando
buscamos el mar.
Hacía frío, era de noche y la espesa
niebla cegaba mis párpados. De repente entraste, y no sabía dónde
meterme. Me buscabas y yo miraba sin querer verte. Sin embargo, las
voces de mi alrededor me señalaban como culpable. Y así era
imposible buscar cualquier escondite que me agazapara entre la
multitud, evitando tus ojos, asesinos de mi razón.
Corriendo hacia atrás, tapando mi
rostro con mi pelo, recién alisado, suave como la seda, deseoso de
volver a ser peinado. Y tú, buscando a toda prisa mis labios entre
tantos, sólo los míos, recién pintados.
La gente sucumbía a nuestra busca,
pero yo me escondía, miedica, entre tanto barullo.
Poco a poco la muchedumbre fue
desapareciendo, desvaneciéndose en figuras que acabaron siendo
transparentes a mis ojos. Ya sólo te veía a ti. Pero no te quería
cerca. Que permanecieras ahí, inquieto y paralizado, era lo mejor
que me hubiese podido ocurrir esa noche. Pero no fue así, Tú,
arrancaste a encontrar mis ojos, a quemar mi piel. A llenar el
pañuelo de sollozos en mi amanecer.
Tú y tu tozudez, y yo y mi ignorancia,
hicieron que aquella noche valiera la pena, aunque acabásemos hartos
a cerveza. Y a la mañana dando mil vueltas a la cabeza.
Y ahora si, resurge mi nostalgia, así
de repente, llegando consigo mi alma encadenada, que encontró su
llave aquella madrugada.
Aquella noche todo fue sueño, emoción,
escalofrío y temblor.
Errores los cometemos todos. Unos más.
Otros menos. Unos más graves y otros más pequeños.
Lo importante, al fin y al cabo, es
saber como pedir perdón. Como sentir ese arrepentimiento que en un
primer momento te quema, tras darte cuenta de lo que has hecho.
Saber como arrepentirte y sacar ese
sentimiento de culpa a través de dos simples palabras. “Lo siento”
Tan difícil resulta a veces, tan tarde
nos damos cuenta otras... Pero, si no cuesta recuperar algo, ¿acaso
merece la pena? A ella le está costando la vida...
Ella siempre fue difícil, siempre le
gustaron los retos, desafíos y demás cosas de esa calaña.
Quizás algunas personas sean demasiado
orgullosas como para arrastrarse pidiendo perdón detrás de su
objetivo. Siempre pensó que en estas cuestiones, ni el orgullo vale,
ni dar pena ayuda. Toca tragarse cada gota de orgullo que puedas
tener, y a por ello.
Al menos una oportunidad, nunca pidió
nada más. Sólo una cabeza que pudiera entender su dolor, su agonía
y su temor.
Hemos de intentarlo y no darnos por
vencidos, no tan fácilmente. Pues si no se lucha, no se gana. Y no
creo que nadie, ni siquiera ella, quiera perder algo tan valioso como
ésto. Ni siquiera, la más pequeña batalla.
La vida nos quiere ver perder, pero
¿Sabéis qué? NI DE COÑA.
Urbe. Fría y caliente a la vez, mecida
por esos grises que la gobiernan día a día, hora tras hora. Allá
dónde hay muy pocas personas, pero demasiada gente. Manipuladora e
hiriente sólo como ella sabe ser. Tristes almas en pena caminando
cada día por esas calles asfaltadas de dolor, rabia y temor.
Organizados sin orden de paso por ese camino empedrado llamado vida.
Todos viven y nadie sueña. Y entre medias, uno por millón, alguien
da color.
Aire. Necesitado por los pulmones que
al crear vacío del que llena la vida de esos desvalidos cuerpos
manejados cuales marionetas por el destino, les da vida, olor, amor.
Es un sendero. Si, aquel que crees no
subir, y poco a poco vas creciendo. Primero andas, con energía.
Luego descargas todo en una ráfaga de incesante pedaleo por lograr
llegar hasta esa pequeña cumbre. Subes, pedaleas, no avanzas. Te
estancas. Te aterras.
Mirada al frente, sólida e
incandescente. No permites parpadear, pues todo lo que viene es
nuevo, está por llegar, viene porque se va a quedar. Saltas y
esquivas los gijarros. Te llenas de vida, por si acaso.
Sin quererlo te das cuenta en un
segundo de que ya no es todo como antes. Es más, nada se le asemeja.
Las palabras se entrecruzan en tu mente, colocándose al lado unas de
otras, al principio sin sentido. Las relees, te das cuenta de lo que
dices, y todo cobra sentido. Te das cuenta de que al fin eres la de
antes. La misma vida, los mismos gestos, la misma sonrisa al sol. Al
sol que quema esas nubes al atardecer de este Octubre. Hiriente.
Esas nubes que se plasman sobre el
cielo cual acuarela al lienzo, que van dibujando tu sendero. Poco a
poco, cero a cero. Tonos rosas, naranjas, esa contaminación que las
pinta como bandas. Y que así, sin más, desgarra otra fría tarde de
otoño pasada entre escombros.
Y así es como nos ataca cada año el
Otoño. Como una espina de aquel cardo entre un millón de rosas, de
ese ramo modelado por las más bellas manos que no saben cuidar lo
que tocan.
Porque sí, los mejores atardeceres no
sólo se ven contigo.
Aquí llegan. Todas esas tardes que, un
año más, van a hacer que su frío calenturiento ataque tus huesos
como si de una banda de Heavy Metal tocando su tema más estrepitoso
se tratara. Así llegan, sin avisar, como todo en esta vida. Ni avisa
cuando viene, ni avisa cuando va. Sin embargo, hay demasiadas cosas
que permanecen.
Él. Sentado en su escritorio
intentando concentrarse en los dos últimos versos de su nuevo
single. Decenas de folios de papel desparramados por el suelo hechos
una especie rara de bolas malformadas que incansablemente le van
invadiendo. Tintas gastadas, bolígrafos vacíos... Dos palabras,
sólo le faltan dos palabras que rimen y ya lo tiene hecho. Dos
palabras... y sabe dónde encontrarlas. Un beso, eso necesita. Y sin
pensarlo dos veces, agarra su bufanda, su abrigo y esos guantes sin
dedos que ella le regaló.
Ella. Sentada en su cama, intentando
encontrar dos acordes más, nuevos, diferentes, que remarquen lo
especial de sus canciones. Sólo la alumbra una tenue bombilla a
medio fundir y sus ojos ya están cansados. Prueba uno por aquí, uno
por allá... Timbre. No se levanta, ya abrirán. De repente, un
“Toc-toc” en su puerta. Aparece, se sienta junto a ella y la
mira. Ella no levanta la cabeza. No mueve los ojos de las cuerdas de
esa vieja Fender desgastada de tanto roce. Y no lo hace porque sabe
que no puede mirar esos ojos sin sonreír, esos labios sin besarlos,
no puede tocar esa piel sin perderse en ella... No puede resistirse a
lo irresistible de ese espécimen extraño de hombre.
“Como un idiota, como la primera vez
que la ví. Eres imbécil tío. Bésala de una puta vez. Es lo que
has venido a hacer, ¿no? Llevas meses sin verla y ahora la tienes
delante de ti, a menos de medio metro. Te ha costado la vida volverla
a llamar, te presentas de repente en su habitación ¿Y vuelves a
perder la jodida oportunidad de recuperarla? Eh tú, ¡¡DESPIERTA!!.
No va a seguir toda la vida ahí. Va a irse, algún día. Y tú serás
el imbécil de siempre, pero con una oportunidad menos. Mírala, está
preciosa. Y sus manos no se mueven. Está paralizada, no te mira. Es
por tu presencia en ese cuarto a media luz.”
“¿Qué haces? Muévete idiota. No sé
a que ha venido... pero y ¿qué más me da? Está aquí, y eso es lo
importante. Quizás se haya dado cuenta de su error al dejarme ir. O
quizás haya venido para despedirse, para siempre. No llores, tonta,
y levanta la mirada. Mira, esos ojos que tantas veces te miraron y te
hicieron suya. Mira su boca, esos labios que cada vez que te besaban
te llevaban al cielo o dios sabe dónde. Toca su piel, sus manos, ¿no
ves que te están esperando? Está temblando. Nunca había temblado
conmigo. Ésto es nuevo. Y no sé si es malo o bueno. […] Venga,
eso es. Así. Poco a poco mueve ese cuello hacia arriba. Mira. Te
está mirando. Y parece que lleva un rato así. Quizás desde que ha
entrado.”
Sesenta centímetros. Exactamente
sesenta centímetros les separan. Ahora cincuenta y nueve...
Él aparta su guitarra como si de una
muñeca de delicada porcelana se tratara. Ella se deja atacar. No
sabe qué responder, cómo actuar.
Cincuenta centímetros. Y bajando. Y
ambos corazones laten con aún más fuerza de la que puedan soportar.
Una mano sobre la otra. Primer escalofrío. Todo va cobrando sentido.
Cuarenta y sus ojos comienzan a llorar.
Treinta y sus labios a palpitar. Veinte y se detienen. Diez y poco a
poco desean morderse. Nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres,
dos, dos, dos, dos....
“¿A por que venía? Ah sí, a acabar
mi canción. Y ¿qué hago? Llevarme un corazón.”
Uno. Y por fin estallan en su vicio.
Y así,dos idiotas, en ese cuarto, al
trasluz de esa noche impecablemente heladora de Noviembre, sin rencores, sin remordimientos, permanecen
hasta el amanecer.
Su nombre sonaba retumbante por los
pasillos de aquel teatro medio derruído que ella había conseguido
llenar de gente al fin. Sólo por una noche. Sólo en su primera
actuación. Nadie nunca le había oído cantar antes. ¿Sería voz
dulce y melodiosa? ¿Sería voz ronca al buen estilo “Tyler”?
¿Sería más bien algo a lo “Russian Red” raro y de incógnito,
como ella misma? ¿O sería un gran fraude a la vista de esos
tímpanos expectantes de sensaciones?
Nunca nada había sido sabido. Apenas
nadie nunca le había oído antes. Su voz, en la vida había salido
de sus cuerdas vocales delante de más de cinco personas, pero a
través de sus palabras, sus letras, y sus acordes, todo por
separado, consiguió llenar aquel lugar, en el que un día, tiempo
atrás, su mayor admiración había salido a la luz.
Temblores. Dientes cascarilleantes.
Dedos crujientes. Maquillaje sobre su piel y lágrimas en sus ojos.
Antes de salir a escena, vio pasar su vida entera.
Tan sólo un par de guitarras y una
batería desbaratada estaban sobre el escenario. A telón cerrado.
Sin que nada pudiera ser visto. Sólo escuchado.
“Dos minutos. Dos más.” Suplicaba
al encargado de levantar el telón.
Subió las escaleras temblando. No se
tenía en pie de la emoción. Agarró su guitarra, aclaró su voz. El
cuero de la batería tensado. Las cuerdas preparadas al más puro
estilo que de la vida había aprendido. Un par de gorgoritos y todo
estaba listo.
Resuenan golpes de baqueta, y todo el
público cada vez la siente más cerca.
Un. Dos. Un, dos, tres, y...
Su voz sale. A chorro entre las fibras
del micrófono. Y todos esperan, expectando.
Pasa una estrofa, llega la segunda. Y
las gradas al completo se levantan en el momento oportuno para que la
batería retumbe, y las cuerdas de la guitarra, a punto de explotar,
la llevan a volar. Y da la orden.
Pensaba
que volviendo al pueblo se me pasaría esa nostalgia que tanto me
llena en la ciudad, gris, oscura, fea para mí. Y que el aire limpio
limpiaría también mi mente. Esa capacidad de abstraerme
completamente a mi mundo subiendo a aquella colina mientras observo
como el sol, juguetón entre las nubes, se va escondiendo, remolón,
sin querer dar paso a la luna que baña mis noches. Aquella que me
hace llorar mientras sonrío. Aquella que las noches en vela, tira
piedras a mi ventana llamándome a volar
Pero
no. Ahora llego, sé que estoy más cerca de él, y le echo aún más
de menos. Aún más de lo que le echo en esa habitación cochambrosa
que llamo mi casa de la urbe (terrorífica). Que se siente sola sin
él, aunque no le conozca. Que le echa de menos, como yo. Y que se da
cuenta ahora. Bueno, o que aun no se ha dado cuenta. O no se dará
cuenta nunca. Como tú. ¿En serio?
He
pasado un tiempo volada. Sin pensar. En mi nube de algodón allá en
lo alto. Pero, ¿sabéis qué? Desde allí le veía. Y no era nadie.
Nadie relevante. Nadie importante. Yo para él, o él para mí. Ya no
lo sé. ¿Qué ha pasado para que haya cambiado al segundo, tercer, o
cuarto plano? Mi vida. Eso ha cambiado. Pero yo, sigo siendo la misma
idiota que te intentaba llevar al infinito.
Es
volver, avanzar kilómetros hacia atrás. Sustituir lágrimas por
acordes que vas cantando en el coche, de vuelta a tu hogar. Y ver
pasar cada kilómetro, cada vuelta de rueda, cada solitario poste de
teléfono, sintiendo a la vez que poco a poco, estás más lejos. ¿Es
posible eso? Estar cada vez más lejos, estando tan cerca.
No
te espero, ¿o sí? No te siento, ¿o sí? No te quiero.... ¿Quizás?
Te necesito.... puede. Te echo de menos, a veces... siempre, nunca, y
todo el rato. Quiero verte.... ¿Quieres verme? Tenerte cerca,
olerte. Simplemente, oírte decir todo lo que tenga que oír. Pero de
una vez por todas.
Echarte
de menos ya va saliendo de mi “rutina” particular. Pero de
repente, un día, para romper la monotonía, llega todo de golpe, y
se pasa mal. Creéme, como un pollito en una carnicería. Así.
¿Ya
he dejado de ser todas esas cosas que me decías? O, ¿es que resulta
que todo eran mentiras? Nah, no creo que llegases a ser tan rastrero
como para inventar ciertas cosas... quizás bonitas.
Ya
nada es como antes... y ciertamente, esperanza ya me queda poca. Ya,
una vez perdido todo, ¿Qué más da vivir? Si algún día se me
cruza un cable, tiraré todo por la borda e iré a buscarte, como
nunca lo he hecho antes. Y aviso que no podrás escapar.
Te
dije que no me conocías. Y no me has dejado ser la que te dije que
iba a ser. ¿Por qué? ¿Por qué no la última oportunidad antes de
abandonar la partida? Aquí está: Cobardía.
Pero
ya no te pido nada. Ya no tengo nada más que alegar, creo. A no ser
que no entiendas lo que aquí, decirte quiero. (Que me da que nunca
querrás hacerlo, pero bueno) .
Te
estoy diciendo que en tus manos está el perdonar, el olvidar, el
empezar de nuevo, pero nunca de cero. Todo lo que hemos vivido, nos
va a estar persiguiendo toda la vida ¿Sabes? Es un capítulo
inacabado, que ni pasar página, hacia adelante o atrás, va a
cerrar. Ni en la tuya, ni en la mía. Te estoy pidiendo que me
busques y me expliques el porqué de tus no matices. Adelante, te
espero.
Como
siempre, la bala perdida de siempre.
"Ésta herida en mi alma no llegó a cicatrizar, y estará desesperada hasta que te vea llegar"
Comenzamos, sin saber que lo habíamos hecho. Acabamos también sin saberlo. Pero... ¿Acabamos? ¿Enserio acabamos? Sigue estando latente....
Lo que nadie entendía. Lo que era nuestro. Lo que a ambos nos hacía llegar al cielo. Lo que nunca quisiste reconocer. Y por lo que aún no me he cansado de luchar. ¿O debería?
Cabeza... Corazón... ¿Qué más daba mi elección? Si al final hiciste lo que te vino en gana. ¿O no? Aún no sé lo que nos ha pasado. No sé lo que nos hemos encontrado. Es algo tan suicida, pero que devuelve la vida, la poca que nos queda y me hace insegura.
Teníamos/tenemos nuestro camino aún por formar. Y tú, con tu traje, color cobardía, aún sigues esperando... ¿El qué? ¿Una despedida? Pues dilo, pero no mientas. No me tengas perdida.
Quizás te deba decir adiós, si lo único que me causas es dolor. Pero sienta tan bien llorar por tí... Sienta tan bien quererte así... Tu sonrisa, que me hace morir. Odiarla y alabarla hasta el día del fin. ¿Quizás deba?
De las miles de palabras, sí, al final saqué una conclusión: Que ni puta idea tengo de lo que hacer yo.
“Es fácil” decías, y un “Haz tu vida se me clavaba en el pecho como un puñal de versos. Será fácil para ti, mamón, pero nunca has entendido lo que siento yo.
¿Crees que lo consigo? Pues lo intento. Pero no hay solución. Me tienes rendida, y yo, sólo hago caso a mi corazón (Como me enseñaste tú).
Sabes que ahora no soy yo, es él. Está herido, roto, desvalido. Sin armas para luchar contra el día en que volverás. Y yo, volver a caer en la red, en tu piel. Y por eso no se me reconoce. Ahora soy él, y tiempo ha de tener para aclararse en lo que hacer. Conmigo, contigo, con él.
Quisiera dedicarte un par de acordes. Una letra incendiaria que hiciera saltar tu “chispa” y darme calores. Pero prefiero, en estos versos, dejar mi corazón reflejado, porque es tuyo, y yo, ahora, no te tengo al lado.
Llega el otoño, sí. De nuevo. Otro otoño más que pasaré seguramente como los demás. Haciéndome vagas ilusiones de pasar una tarde fría y de hojas cayendo vaporosamente por le paseo central de algún parque agarrada a alguna mano que me haga sentir calor, envuelta en mi bufanda y mi abrigo, sintiendo los últimos rayos de sol en mi espalda y dispuesta a recibir un abrazo cálido y cariñoso, como los de antes. Ha pasado mucho tiempo ¿sabes? Tú igual no te das cuenta, y yo no lo cuento, pero sé perfectamente cuando empezó todo, aunque no le quiera poner fecha, y que sé que se acerca el momento. Y sé que o sé qué hacer, ni contigo ni conmigo. Lo único que sé es que este otoño no quiero para nada que sea como los demás. Quiero tardes de frío que cala hasta los huesos tomando un café caliente en algún bar después de un paseo interminable y espléndido, pero no sola, como los demás otoños. No sola, a tu lado. Quiero un otoño cálido, que las hojas que van a caer sean testigos de nuestras bocas fundiéndose poco a poco a grados bajo cero. Un otoño en el que me levante por las mañanas con ganas de empezar cada día. Con ganas de que llegue el momento de la semana en que verte. En el que ver que me sonríes unos metros antes de que te estruje entre mis brazos y que al llegar se junten nuestros labios. Y que seas tú, y no otro el que me pellizque la nariz, el que no suelte mi mano, el que me dé un beso en medio de un paso de cebra, con el que comer conguitos una tarde cualquiera, el que quiera que nadie más me quiera. Sé que no puedes prometer nada. Sé que yo tampoco. Pero me da igual, ésta vida esta para aprovecharla, sea a hora o mañana. Y ahora sé lo que quiero, lo que tengo, y lo que necesito. Prométeme este otoño, y te prometo no arrepentirte.
Os voy a decir una cosa. Algo que lleva tiempo dándome vueltas. Es una crítica. Sí. A todos vosotros. A la sociedad en general. Al gran fallo que tiene el mundo hoy. Ese fallo de creer más en el “qué dirán”, o el “lo que dicen” que en uno mismo. Vosotros os podéis dejar influir, pero yo no pienso dejar que esa mierda me tape. Y todos deberíais tomar ejemplo.
No creáis en vosotros mismos, que lo estáis haciendo genial. No dejéis de tirar piedras a las espaldas de aquellos que lo hacen, que así vais bien. Por el buen camino, que se dice.
¿Qué pensáis? Que podéis con nosotros? ¿Conmigo? ¿Creéis que un gran número hace la superioridad? ¿Creéis en serio que soy así de débil? Una cosita: A LA MIERDA.
Que no, ya valió de dudar. Sólo se cree en lo que se demuestra, y no en palabras. Las palabras, se las lleva el viento en un gran tornado de mentiras y sandeces. Me estáis intentando hacer perder la batalla, pero no penséis que mi espíritu luchador se va a cansar. Aquí los únicos que pierden son los ojos cegados por la hipocresía. Cómo si acabo con los brazos desgarrados de aferrarme a aquello en lo que creo, o en carne viva, que tranquilos con vuestras conciencias, que así va el mundo.
Os creéis superiores, y sólo sois gijarros en nuestro camino. Gijarros que la sociedad nos hace ver como menhires. Y, ¿Quién pone la pierna que les dará la patada para apartarlos del camino? He aquí, una voluntaria. ¿Creéis que con vuestra superficialidad conseguiréis algo? ¿EN SERIO?
Todas aquellas frases de “Lo bueno está en el interior” “La verdadera belleza no es la que se ve” Y esas cosas. Tanto las decís, y qué poco caso las hacéis. Vamos, ¿quién es el falso ahora? ¿Quién lucha y quién no? ¿Quién se toma la verdad en serio? ¿Quién es el verdadero ciudadano del mundo? ¿QUIÉN?
Joder. Abrid los putos ojos. Mirad el mundo como es. Y no creéis mundos superficiales. Juzgar después de conocer. No hagáis sufrir a los que de verdad valen la pena.
Pero supongo que ésta es mi filosofía personal. Mi modo de vida. Y puede que sea yo el único ser humano que lo vea así, o puede que no. Pero no pararé de intentar cambiar el mundo.
Por mí. Por ti. Hagamos un brindis a la verdad. ¿Chín chín?
Aquí estoy, enfrente de un teclado a
ver como escribo ésto.
Voy a estar 19 días, eternos, fuera de
aquí, a la otra punta del planeta. Quiero que pienses que no estoy
allí. Que sigo aquí, como esas temporadas que tenemos sin vernos.
Que me sigas echando de menos, pero que imagines que yo sigo aquí,
en mi habitación, compartiendo palabras a través de la misma
pantalla, en el mismo sitio, a las mismas horas y con la misma
sonrisa.
Que me mandes algún mensaje, algún
día, haciéndome ver que te acuerdas, aunque sea un poquito, de mí.
Que llegue a casa de haber recorrido un poco más de América, y
sonreír al ver algunas palabritas tuyas. Alguna sonrisa más, quizás
por alguna bobada que me digas, o quizás seguida de una lágrima que
la empapará durante unos segundos. Y luego saborearé ese salado tan
dulce salido de mi lacrimal.
Tengo miedo a irme, como ya te he
dicho. No quiero que nada cambie durante estos días sin mí. Pero
nada, absolutamente nada. Intentémoslo, ¿Vale?
Que cuando vuelva me encuentre tus
brazos tan abiertos como siempre, sin Jet Lag y sin mierdas de esas.
COMO SIEMPRE. Que me des los dos besos de siempre (o uno en su
defecto), y me estrujes entre tus brazos. Que al verme te salga una
sonrisa que se escape de tu cara. Que demuestre que me has echado de
menos. Que demuestre que te alegras de volver a tenerme a tu lado.
PD: Ésto va personalmente para cada
uno de los que más voy a echar de menos. Ya sabéis quienes sois.
Puñaladas segundo tras segundo que
rompen mi máquina en mil pedazos, y cada día más. Y más.
Rayadas, al irte a la cama, y almohadas
empapadas en lágrimas infinitamente saladas, que roban tus miles de
minutos.
Un tiempo, sin ¿Quién? ¿Tú o yo?
Quién sabe...
Ya no soporto más todo esto. Quiero
seguir pero los límites, aún incalculados vuelven y vuelven a
volver.
Esa diferencia entre tú conmigo, y tú,
conmigo y con más.
Te molestaba, ¿no? Ya sabes cual
patada es para mí.
Hemos de ser diferentes al resto de la
gente. Hemos de comportarnos como si de dos extraños se tratara.
Hemos de aguantar las ganas. Hemos de morir deseando secar lágrimas.
No verte, no oír la voz que adoraba
oír cada mañana, no sentir esas manos deslizarse sobre mi piel, no
morder esos labios sabor... no lo sé.
No haber vuelto a probar el veneno que
me activa, y saber que quizás no lo vuelvo a probar jamás... Me
sobrevuela los pensamientos.
Lágrimas. Miles de ellas. Ya no cada
noche, ya no por semana, ya no por ti, sino por mi.
Horas ¿Gastadas? Pensando en ti, y
quizás en mi. Dejarme aparte es un error, hacerlo contigo,
desolación.
Yo no quiero veranos sin tu calor. Ya
solo quiero inviernos envueltos en frío, edredón y manta. Mañanas
heladas con la nariz de payaso, y que pudieras cambiarlo con un solo
tacto.
Payaso... ¿Payaso? Quizás es lo que
hago. El payaso.
¡NO! No lo creo... Solo sigo mi
instinto de fiera devoradora de mi propio corazón. Le desgastaré el
milímetro, pero al menos he sentido.
Siento y sentiré, que sin ti, mi piel
ya no es ni piel, ni mis besos quieren otro dueño, ni mi boca cree
en la derrota.
Han sido tiempos difíciles los últimos
que le han tocado vivir. Pero ella camina, con la cabeza bien alta,
erguida para continuar dando golpes a la vida. Y sigue, con tiempo y
sin él. Libre y prisionera de los ojos de aquel que le quita el
sueño. Esos ojos que cada vez que la miran, la cautivan por completo
casi sin darse cuenta. Esos en los que se refleja su mirada de niña
invisible al mundo. De esto que sea esencial, que la hace invisible,
nacen los motivos para cada día darse un poco más de sí y aguantar
a las duras y a las maduras contra el mundo.
La gente la mira y la admira. Por su
fortaleza, por sus ganas de hacerlo todo, por sus pocos ratos libres
que dedica a quien lo necesita, por esos oídos abiertos a cada ser
que se le presente y esa capacidad de cerrar el pico cuando se
tercie. Por esa cabeza loca que lo da todo por ver sonreír a quienes
quiere. Por ese espíritu libre que no sabe parar quieto. Por esa
sonrisa enorme que muestra para hacernos sonreír a los demás. Por
esa voz cantante que armoniza absolutamente todo lo que la rodea. Por
esa capacidad de hacernos sonreír como niños cada vez que la vemos
en acción. Por ese aire que peina su pelo, que de sólo rozarla se
aviva el sol.
Queramos o no, SIEMPRE llega el momento en el que ya no aguantamos más. Ya estamos a reventar de cosas a decir, de frase bonitas para sus oídos, de ganas de tirar todo por la borda diciendo lo que llevas meses acumulando.
Durante todo este tiempo, tu cabeza ha sido capaz de darle infinitas vueltas a todo. Ha hecho que te plantees absolutamente todos y cada uno de los aspectos de tu vida, siempre sin llegar a ningún puerto.
Y … todo ésto, ¿Por qué? Porque lo quieras reconocer o no, ésto te está marcando. Está sacando el “tú” que nunca habías conocido. Ese Tú al que le tienes inmenso pavor. Y ya que todo lo nuevo siempre asusta, tú, con cautela como siempre, poco a poco te redescubres. Revives. De una forma u otra, te conviertes en otra persona.
Ahora viene cuando te echas de menos. Cuando te preguntas dónde quedó aquella persona insensata que eras, y poco a poco te vas dando cuenta de que, precisamente ésto, es madurar.
Te has convertido en la manzana que todo ésto ha ido envenenando, y cuyo veneno, poco a poco se convierte en una froga de la que no puedes desprenderte.
Cadenas. Cadenas oxidadas por el dolor. Eso, precisamente eso, es lo que son.
Todos y cada uno de los puntos de vista que le has dado al mismo asunto. Todas las horas, los días, las semanas enteras pensando en lo mismo. Todas las noches gastadas en sueños sin futuro. Todas las notas, los acordes de canciones regaladas. TODO. Absolutamente todo. Ese todo que tantas veces has pensado que no tenía que haber ocurrido desde el principio. Que quizás tenías que haberle echado el freno cuando aún podías. Pero que las ganas de querer, de besar, de morder, de abrazar, te superaban y vencían.
Entonces llegó. La ostia tan memorable que tú pensabas haberle dado a la vida. Y que, día tras día, se convertía en las que recibías de tu adorado remitente.
Creíste que mentía. Que todo había sido una completa farsa que no sirvió para nada.
Y dolía.
Miles de espadas que agijoneaban tu corazón cada vez que esa foto se cruzaba con tu mirada. Y ese abismo que en una milésima de segundo te invadía.
Esa sonrisa era tuya, y así lo sentías.
Un día...una semana... Dos meses cuando soltaste el primer lote de sentimientos a la pantalla. Y que ni siquiera te imaginabas que fuese a ser el desencadenante de esa reacción en cadena que no frena, que lo ha hecho todo crecer. Todo VOLVER.
Seguías sin creer, sin dejarte llevar. Pero poco a poco te diste cuenta de que podías volver a confiar. De que esa sonrisa volvía a asomarse entre esos labios, y que tú, querías quemarlos.
Rabia, dolor, compasión, tensión y fervor, en una mezcla que te llenaba.
Creíste que podías odiarle, pero tu corazón le hacía más y más importante. Y así, sin quererlo, poco a poco te has dado cuenta de que ya es imposible sacarlo de tu vida. De que llena tus días. De que te provocan sonrisas sus caricias. De que tus ojos se humedecen más y más solo de pensar en ello. En todo lo extraño que es, y lo a gusto que te sientes sin embargo.
Dejaste de lado consejos y advertencias. Te guiaste sólo por tus creencias. Y todo eso, ¿Para qué? Para nada.... ¡¡MENTIRA!! Todo ha valido. Todo ha servido. Todo ha merecido la pena. Y, aunque pienses que solo eres tú la que lo piensa, resulta que, por sorpresa, te dicen que otros también. Así. Igual. Y así se ilumina tu cara con tu sonrisa radiante. Irradiante de un sentimiento extraño a medio camino entre la más pura felicidad y la jodida imperfección.
Pero aún así, cuando recuerdas todas esas horas en tu cama, deseando un abrazo de buenas noches, o un beso de buenos días (así, todo al revés abrazar para despedir, besar para saludar) una caricia que te provoque un escalofrío, o, simplemente apoyar tu cabeza sobre su pecho, y todos eso momentos que invividos, irremediablemente se mojan tus pestañas. Entonces, un sentimiento de valentía mezclado con gotas de ganas, invade todos y cada uno de los recovecos de tu cuerpo. Y sientes que es el momento de reventar. La fuerza se apodera de tí, pero sabes que si lo hicieras podría empeorar todo. Esas dos palabras, o bien esas otras tres, que dependiendo del orden en que estén, toman un camino u otro. Esas que sabes que todo lo pueden joder. Y que continuarás sin decir JAMÁS.
Ahora sonríe. Deja atrás la bomba que te toca seguir conteniendo, y adáptate a lo que está ocurriendo. Déjalo para tra perfecta ocasión en la que volverá a ocurrir exactamente lo mismo.
Y así, perdiendo oportunidades, vas descubriendo lo que vales.
"Porque, ni todos los mordiscos duelen, ni los mejores besos se dan en los labios."
...Y pensar que llegó de sopetón, y que sabiendo que está aquí, es como eres feliz...
Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.