En cada brindis brindamos por nosotros, por nuestro erasmus, por los mejores meses de nuestra vida... pero lo que no sabemos es que en realidad brindamos por esta ciudad. Ese sentimiento que te da la vuelta a tu forma de mirar las cosas. Hay gente que tiene la oportunidad y no la aprovecha lo suficiente... o mejor, digamos lo necesario. Mi caso no es ese.
Treinta días. Treinta días de subidas y bajadas (literalmente, Coimbra tiene más cuestas de las que os podéis imaginar). Treinta días de paseos nocturnos. De hincharnos con los pasteles regionales (Es imposible parar). De asombrarte con todo lo que te rodea. De apreciar todos y cada uno de los pequeños rincones que vas descubriendo. De darte cuenta de que ésto no es sólo salir, conocer gente y "estudiar".
Esto es elegir una familia, hacer millones de planes y beber a su salud. Esto es crear unos lazos tan fuertes que, espero, el tiempo no pueda borrar. Esto es descubrirte a ti mismo, descubrir culturas e intercambiar lo tuyo con lo suyo. Esto es cenar cosas tan diferentes que realmente creo que mi paladar se va a volver prodigioso. Es hablar tres o cuatro idiomas en la misma conversación, y como consecuencia hacerte un caos mental en el que no sabes ni hablar tu propio idioma.
Esto es enamorarte. De ti mismo y de la gente que te rodea, porque ¿cómo se puede ser tan genial?
Porque Coimbra, apenas te conozco, pero sé que siempre vas a estar muy presente en mi corazón.
SAÚDE!