martes, 24 de abril de 2012

Las reglas del juego se deciden entre dos.


Ahí están los dos. Tirados en el suelo de una habitación. Un colchón, una manta, miles de discos apilados en el rincón y un tablero de juego.

El tocadiscos suena y poco a poco el vinilo se va desgastando. La aguja marca el ritmo de las palabras que se niegan a salir de sus bocas. Se quedan reprimidas hasta que llegue el turno de los besos, cálidos, acaramelados, de labios fundidos entre tanto reproche.

Que la canciones del corazón, son aquellas que un día me robó.


La vida, va pasando, casilla por casilla. El tiempo, va quemando, tirada por tirada.

Dos jugadores. Son siempre dos los que arriesgan todo por nada en estos juegos. Son siempre dos los que establecen las reglas. O bien por turnos o bien por azar. A base de miradas es como se avanza, y a base de sonrisas se gana. Los besos son simples dados a tirar que marcarán qué camino tomar y las caricias simplemente marcan las casillas para ir avanzando.

Para los escalofríos que posiblemente te arranquen la piel, se pueden establecer normas de comportamiento. Siempre controlándose, sin lanzarse al vacío con tanto que perder.
Para activar los sentidos a la hora de querer, mejor estar alerta y cazar a la presa en el momento oportuno.
Para quitar las ganas de morir por quien no lo merece, mejor no tirar el dado.
Para, simplemente, sentir; arriesgar todo al primer tiro, vencer el miedo, y lanzarse a recorrer el tablero.
Y mirar al oponente. Ese contrincante que tanto miedo da pero que tan niño es por dentro. Que solo tú consigues ver en su mirada lo que el resto de pasadas intervenciones en su vida dejó, las piezas de ese puzzle que está por formar de nuevo. Esa cascada que tantas veces desearás descender sin ataduras. Sin cuerdas que te aten y te aseguren que sobrevivirás. Y al caer, sumergirte en el más profundo de los lagos, nadar en su interior y ver lo que nadie pudo ver.

Así comienza el juego. Éste que es la mayor trampa jamás inventada. Éste que hace que sin quererlo, vuelen nuestras almas. Siempre, eso sí, hacia el ocaso y el cambio.

Las dos caras se miran perplejas y unos nudillos desnudos están dispuestos a lanzar los dados. Él clava su mirada en los labios de ella, deseando que se junten al final de la partida. Ella, mientras, marca reglas absurdas de imposibilidad de fundirse con él.

Se miran. Se clavan puñales, y la partida comienza... cuando nadie sabe lo que habrá como recompensa.

viernes, 20 de abril de 2012

¿Cuesta? Ahí va mi apuesta. (@Ines_Th & @Alberto16N)

I.

No querías sorprender a nadie, esta vez sin dilaciones, sin tonterías ni sutilezas…


Bienestar y felicidad, resonaban en tú cabeza, se te ocurrían mil maneras de machacar ambas palabras, pero esta vez no, esta vez había que echar el resto, tenias que elevarte, tenías al menos que intentar despegar los pies del suelo.
Llego el momento de mirar al horizonte y perderte en él, de mirar el presente a la cara, de fijar tus lágrimas en sus ojos y de desafiar a la vida, tirándola por el precipicio.
Ese precipicio que habías creado con el tiempo, que en un abrir y cerrar de ojos se había rellenado. Lleno de incredulidad, de confianza y de ganas de seguir adelante.
No podías decir que no, no podías volver a caer en el error, los limites habían sido erradicados, desterrados, eliminados de tu rutina, tus pies ya estaban acostumbrados a demasiadas piedras, a cuantiosos tropezones, era el momento de actuar.
¡Para! No sigas . . .  Gritaste.
No puedo más, ¡Detente! Son mis ganas de vivir . . . 
Ahora lo tenias, habías conseguido una mano de ases, esa que ahora se refleja en tu mirada, y donde frente a ti, esta tu rival, ese que esconde la dichosa escalera de color.
El Croupier seguía repartiendo, seguía dando esas cartas que harían que el ‘Black Jack’ fuese al fin, tuyo.
No era la primera vez, ni iba ser la última, pero tan solo era una más, una más de todas esas veces en las que tan solo intentaste ser feliz.
Esa sensación de libertad que nos crea el aire salido de su boca. Esa otra escalofriante manera de vivir, dando tumbos, pero quieto.
Rasgaste las cuerdas, quebraste la voz, afinaste tu vida y comenzaste a caminar.
Pupilas diminutas, dedos adormilados, ahora miras a través de esa ventana, meses después, y ves algo raro, algo bello, algo grande y lleno de vida, ves ese paisaje que añorabas, observas como se mueve, como se tambalea por el ruido, entiendes porqué te trasmite lo que siempre sentiste, esa paz, esa calma, logras ver más allá, llegas a la cumbre, ves ese brillo, ese azul que te conmueve, ves tu sonrisa, te ves a ti.
Tu reflejo y tu intenso interior rebotan en el cristal, te hacen fuerte, te recomponen y te hacen levantar de la silla.
Gritas, elevas los brazos y abres la ventana; el frío te hiela, pero tú más caliente que nunca, saltas y te elevas, notas como el pelo tapa tus ojos, como cubre tu rostro, tus gestos, tu mirada . . . terminas intuyendo como al fin tienes todos los ingredientes para esta vez sí, echar a volar.
¡Te sentías gigante!
En ese momento algo inunda tu guarida, el silencio se hace con todo . . . 
¡Reaccionas!
Al poco de asimilar aquel éxtasis repentino, aterrizas, inspiras y la coges . . . 
Tus dedos se deslizan como nunca, tu mirada esta fija en la pared, ellos se mueven solos, las cuerdas vibran, la voz engorda tu garganta cuando de repente, comienza a sonar . . . 
Esa, quizás la perfecta melodía desafinada de unos labios rozando otros, de ese caramelo deshaciéndose sobre la piel, de esos abrazos que quedaron atrás, en el tiempo, que crees que ya no tendrás.
Esas miradas que decían todo sin querer decir nada, esas veces que deseabas y no podías . . .
Continuará . . . 
Allá donde se cruzan todos los caminos...

jueves, 12 de abril de 2012

-- El final, acabó siendo el principio --

Ella, perdida. Estúpida durante tanto tiempo.

Todo comenzó cuando ella no quería. Ella era feliz libre. Ella era feliz consigo misma y no necesitaba nada más, cuando de repente, algo atacó su cabeza. 

Primera noche. Ella no quería que nada pasara. No quería comenzar algo demasiado rápido. No quería forzar el cruce de caminos, pero él, sin quererlo, lo hizo. Quizás por que le apeteció en ese momento, un beso de sus labios, a punto de caramelo, deseando un beso, cálido, esa noche de Enero.

Durante una semana sintió miedo, pavor, temor a que algo saliera mal. Antes de continuar con todo eso, se planteó dejarlo como estaba, que estaba bien. Pero no, ella se moría de ganas de tenerle. Que llegó como una bocanada de aire fresco a su vida, y ella lo que necesitaba era renovarse.

El tiempo pasó, y las cosas iban bien. Él se reservaba los besos, para aumentar las ganas de ella. Una niña, que se perdía al mirar sus ojos. Cuándo él la levantaba en sus brazos. Cuando ella le mordía sus labios. 

Al principio el de las ganas era él. Y mientras él las perdía, ella las ganaba. 

Mientras, a ella nunca le pareció que las cosas podían salir mal, pero tenía la certeza de que algún día, él dejaría de darle plumas a sus alas. Y poco a poco, comenzó a ocurrir.

Todo repentino, en un día le perdió. Y hubo un stop asesino. Una tarde oscura de febrero. El sol no salió en toda la semana. Ella se contenía las lágrimas hasta que un día no aguantó más e inundó el hombro de su amiga. Le necesitaba, y sentía que si le perdía se moría.

Él desapareció, durante una temporada. Verle con otra. Ganas de matar. A él y a ella. Pero ninguno tenía la culpa. Sólo la niña, perdida en los colores que bañaban su vida, para pintar el más bello cuadro que un día descubriría.

Él decía que tenía miedo, ella no lo creía. ¿O sí? La gente estaba en contra. Le llegaban habladurías. De ésas que ella dijo que nunca haría caso. Que era él. Y sólo él, a quien creía. Pero tantas fueron que llenaron su cabeza. Y se debatía entra ella, el mundo, y su primera decisión.

Dos meses han pasado. De intenso sufrimiento. Ella no ha sabido como expresarse hasta hoy. Y aún así la quedan cosas que decir. Palabras guardadas en el tintero que todavía no han manchado un bloc de papel para decírselo.

Dos. Tenían que ser dos. Ese número que nunca falla. Ella adora ese número. Y sin darse cuenta, ese número ha marcado su vida. 

A día de hoy, un poco aclarada, recuerda lo que le odió. Lo que quiso decirle. Todos los besos que quedaron al aire en sus sueños. Todas esas conversaciones en su cabeza, entre ella y su corazón. Entre él y su razón.
Todos los malos humores desgastados con un vuelo. Al infinito de su cielo.
Todos los malos momentos se acaban al llegar hoy. Todo se aclara un poco más, más que en los dos últimos meses de su vida. Sólo recordar esos momentos de incertidumbre que hubo bañados en lágrimas. Todas las noches sola, perdida en el abismo del olvido, refugiándose en textos que no saben lo que digo. Todo lo que sufrió, lo que quiso, lo que deseó y nunca tuvo. Todo se arregla hoy con sus palabras. Todo se aclara. Todo vuelve a ser genial. Todo... calla. 

Ella ahora no necesita que la digan “Eh, estoy aquí” sino “Eh, siempre” Y que la den abrazos cuando los pida, aunque cueste. Y que la hagan sonreír y la levanten el ánimo , aunque también cueste. Y sentir que puede confíar de nuevo en aquel, que un día, la hizo sentirse bien.

miércoles, 11 de abril de 2012

Primer vuelo a tu sonrisa.

[15-02-2012]
 Clama una voz saliente de unos altavoces un número que me causa estragos: Vuelo 222. Y mi voz se para. Mi garganta seca quisiera gritar mi interior. Mis ojos inundan un océano desértico, de arena blanca y espuma marrón. Suciedad en mí. Quiero salir. Miro la pantalla y decido moverme, pero algo me lo impide. Mis piernas se anclan al suelo. Y tiemblan. No me mantengo, y poco a poco me desvanezco. Siento frío, miedo, vapor, por mi piel escalofríos. A punto de llegar al suelo, una mano por detrás y siento un suspiro.

 La voz. Esa voz. Una voz suave y ronca, no demasiado grave, dulce, caramelo. Mis ojos se vuelven a abrir. Mi voz se llena de fuerza. Mis piernas responden y doy la vuelta. Aquí está. Que no me vaya, me dice. Que no puede vivir sin mí, repite. Y yo me pierdo en sus ojos,entro a su cascada infinita. Profundidad enteramente plena que me otorga fuerzas. De repente vuelvo. ¡NO! No quería. Deseo perderme en su piel. Ardiente pedazo de ser, que dueles y curas. Cómo duele el "deseo sin poderlo". Sin saber lo que me pasa, mis piernas tiran de mí hacia la puerta de embarque. Mi cabeza dice "¡corre!". Mi corazón grita "¡vuelve!". Sé que no puedo dejar ésto pendiente de un hilo. Sé que no puedo irme. Pero mi cuerpo es lo que quiere.

Repentinamente, bajo el arco de seguridad, masas empujan a ésta niña débil perdida en el aeropuerto. De un lado, la gente empuja. De otro El guardia me intenta hacer pasar
. Pero está al fondo. mirando cómo esa pequeña parte suya se desvanece. Se va a perder entre las masas. Sus ojos me muestran su dolor irremediable. Y me sacude. Y no puedo con tanta presión.
 Echo a correr hacia sus brazos. Acelero, y a diez centímetros me detengo. Le miro. Me pierdo. En su todo y en su nada.

"Debía cojer un vuelo", le digo. "Pero tu sonrisa me parece mejor destino".

Y en un suspiro, sus labios de caramelo invaden los míos.

miércoles, 4 de abril de 2012

Sentimientos a flor de piel. La víspera expectante.

Semana Santa.
Dos palabras que a mucha gente le suenan a cuento. Dos palabras que a otros les producen escalofríos. Dos palabras que otros no se creen. Yo las creo.
Algunos viven todo el año para esas fechas, tan clamadas en Rioseco. Otros creen que son unos días más. Hay otros que lo viven con la más pura devoción. Otros creen en la tradición.
De unos años ahora, yo me consideraba de los que eran indiferentes, eran unos días más en el año, sólo que importantes para los riosecanos. De unos años ahora, me he ido sintiendo más riosecana, comparto sentimiento con la gente de allí, para mi la Semana Santa ya no es lo que era.
Este año, llevo dos  meses tarareando sin parar las canciones que tocaré con devoción. Esas que se que me van a hacer llorar, por primera vez en la vida. Por fin aprecio las tallas como se merecen, quiero verlas de cerca, notarlas, sentirlas. Creer en que es algo que forma parte de todos. Yo como pequeña parte de riosecana que me siento, sé es una parte en mí.
Esa Semana Santa, esas notas saliendo de cornetas, tambores, saxofones, bombardinos, trompetas, flautas, bombos, trombones y por supuesto, lo más importante para mí, clarinetes. Esas calles que todos rogamos no estén húmedas, aunque siempre cae alguna gota, y si no, ya se encargan los cofrades de soltar lágrimas, de emoción, de sentimiento, de Pasión. Pasión semanasantera.
Y bajo los focos que alumbran las calles... ahí todos somos uno. Nuestras lágrimas se funden en una, nuestras sonrisas iluminan las imágenes, y nuestras voces callan al sonar de las canciones.
Los que no lo viven no saben lo que es. Los que lo viven, les llena. Los que empezamos a vivirlo, lo hacemos con fuerza.





lunes, 2 de abril de 2012

Pulso contínuo. Agonía innata.

De noche, todo oscuro y miles de contradicciones asaltan mi cabeza. La atacan sin compasión, intento dejarme llevar por mi razón para comprender tan solo un poco lo que puede haber pasado por ella últimamente. He estado dando tumbos, y sigo, descontroladamente. Sin refugio bajo el que esconderme de la lluvia, sin sonrisa bajo la que esconder los malos pensamientos, sin palabras con las que expresar lejanamente lo que siento.
Odio ese pulso. Cabeza-Corazón. El "¿Qué quieres?" contra el "¿Qué debes?". Sólo hacer caso a uno de los dos es matarte interiormente.
No me ha dejado vivir, no me deja ser yo, ¿llegó el momento de expresarse? ... Y no lo conseguiré hacer del todo...


Escucho la música que muchos aprecian como melodía. A mí su letra me llena, me cambia, y me hace despojarme de todo aquello que me ata a este mundo. Que me ató y me atará a "lo que quiero", no a lo que debo. Lástima que únicamente sea por unos segundos, unos minutos en los que esa perfectamente imperfecta combinación de ingredientes hace maravillas en mi cabecita.

Quiero... por mucho que quiera lo que en realidad quiero, me repito que no sirve de nada, ¿cambiaría algo? NO.
Duele decirlo, pero si es sabido, mejor estar aletra, cautela que te llena, ser precavido con lo que más pueda ser capaz de dañarte.

Conclusión : ¿De qué sirve?.  "¿Que diablos hago...?"

Resumiendo, ha sido sólo eso, lo sigue siendo, un puñetero pulso. A ver quién puede más. Ambos saben quien ganará. Lo saben ellos y yo. Él es más fuerte. Nunca van a llegar a un acuerdo. Jamás. Dudo que consiga absolutamente nada...

¿Conocerme? Atrévete.

Mi foto
Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.