Han sido tiempos difíciles los últimos
que le han tocado vivir. Pero ella camina, con la cabeza bien alta,
erguida para continuar dando golpes a la vida. Y sigue, con tiempo y
sin él. Libre y prisionera de los ojos de aquel que le quita el
sueño. Esos ojos que cada vez que la miran, la cautivan por completo
casi sin darse cuenta. Esos en los que se refleja su mirada de niña
invisible al mundo. De esto que sea esencial, que la hace invisible,
nacen los motivos para cada día darse un poco más de sí y aguantar
a las duras y a las maduras contra el mundo.
La gente la mira y la admira. Por su
fortaleza, por sus ganas de hacerlo todo, por sus pocos ratos libres
que dedica a quien lo necesita, por esos oídos abiertos a cada ser
que se le presente y esa capacidad de cerrar el pico cuando se
tercie. Por esa cabeza loca que lo da todo por ver sonreír a quienes
quiere. Por ese espíritu libre que no sabe parar quieto. Por esa
sonrisa enorme que muestra para hacernos sonreír a los demás. Por
esa voz cantante que armoniza absolutamente todo lo que la rodea. Por
esa capacidad de hacernos sonreír como niños cada vez que la vemos
en acción. Por ese aire que peina su pelo, que de sólo rozarla se
aviva el sol.
Que me quema si no está aquí.
Que me abrasa si no la tengo.
Como el sol a la mañana. |
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