Pensaba
que volviendo al pueblo se me pasaría esa nostalgia que tanto me
llena en la ciudad, gris, oscura, fea para mí. Y que el aire limpio
limpiaría también mi mente. Esa capacidad de abstraerme
completamente a mi mundo subiendo a aquella colina mientras observo
como el sol, juguetón entre las nubes, se va escondiendo, remolón,
sin querer dar paso a la luna que baña mis noches. Aquella que me
hace llorar mientras sonrío. Aquella que las noches en vela, tira
piedras a mi ventana llamándome a volar
Pero
no. Ahora llego, sé que estoy más cerca de él, y le echo aún más
de menos. Aún más de lo que le echo en esa habitación cochambrosa
que llamo mi casa de la urbe (terrorífica). Que se siente sola sin
él, aunque no le conozca. Que le echa de menos, como yo. Y que se da
cuenta ahora. Bueno, o que aun no se ha dado cuenta. O no se dará
cuenta nunca. Como tú. ¿En serio?
He
pasado un tiempo volada. Sin pensar. En mi nube de algodón allá en
lo alto. Pero, ¿sabéis qué? Desde allí le veía. Y no era nadie.
Nadie relevante. Nadie importante. Yo para él, o él para mí. Ya no
lo sé. ¿Qué ha pasado para que haya cambiado al segundo, tercer, o
cuarto plano? Mi vida. Eso ha cambiado. Pero yo, sigo siendo la misma
idiota que te intentaba llevar al infinito.
Es
volver, avanzar kilómetros hacia atrás. Sustituir lágrimas por
acordes que vas cantando en el coche, de vuelta a tu hogar. Y ver
pasar cada kilómetro, cada vuelta de rueda, cada solitario poste de
teléfono, sintiendo a la vez que poco a poco, estás más lejos. ¿Es
posible eso? Estar cada vez más lejos, estando tan cerca.
No
te espero, ¿o sí? No te siento, ¿o sí? No te quiero.... ¿Quizás?
Te necesito.... puede. Te echo de menos, a veces... siempre, nunca, y
todo el rato. Quiero verte.... ¿Quieres verme? Tenerte cerca,
olerte. Simplemente, oírte decir todo lo que tenga que oír. Pero de
una vez por todas.
Echarte
de menos ya va saliendo de mi “rutina” particular. Pero de
repente, un día, para romper la monotonía, llega todo de golpe, y
se pasa mal. Creéme, como un pollito en una carnicería. Así.
¿Ya
he dejado de ser todas esas cosas que me decías? O, ¿es que resulta
que todo eran mentiras? Nah, no creo que llegases a ser tan rastrero
como para inventar ciertas cosas... quizás bonitas.
Ya
nada es como antes... y ciertamente, esperanza ya me queda poca. Ya,
una vez perdido todo, ¿Qué más da vivir? Si algún día se me
cruza un cable, tiraré todo por la borda e iré a buscarte, como
nunca lo he hecho antes. Y aviso que no podrás escapar.
Te
dije que no me conocías. Y no me has dejado ser la que te dije que
iba a ser. ¿Por qué? ¿Por qué no la última oportunidad antes de
abandonar la partida? Aquí está: Cobardía.
Pero
ya no te pido nada. Ya no tengo nada más que alegar, creo. A no ser
que no entiendas lo que aquí, decirte quiero. (Que me da que nunca
querrás hacerlo, pero bueno) .
Te
estoy diciendo que en tus manos está el perdonar, el olvidar, el
empezar de nuevo, pero nunca de cero. Todo lo que hemos vivido, nos
va a estar persiguiendo toda la vida ¿Sabes? Es un capítulo
inacabado, que ni pasar página, hacia adelante o atrás, va a
cerrar. Ni en la tuya, ni en la mía. Te estoy pidiendo que me
busques y me expliques el porqué de tus no matices. Adelante, te
espero.
Como
siempre, la bala perdida de siempre.
"Ésta herida en mi alma no llegó a cicatrizar, y estará desesperada hasta que te vea llegar"
No hay comentarios:
Publicar un comentario