Ayer me recordaron que tengo un blog.
Fíjate, para que me tengan que recordar algo... aunque últimamente
estoy a uvas.
Y todo es muy gracioso.
Me parece tan cómico que la gente
cambie tanto en verano... y de un año para otro. Alguien que
conocías como parte de ti, cada reacción era predecible y cada
palabra que decía podías haberla pensado tú antes. Esa conexión
prácticamente telepática que habíais creado... de la que ya no
quedan ni cenizas.
Hace más de un año que algunas cosas
empezaron a cambiar radicalmente, y aquí estoy yo, completamente
distinta también. Si hubiese sabido que iba a pasar todo ésto,
probablemente hubiera cortado de raíz con ciertas cosas. Que si
amores, que si estudios, que si amigos...
¿por qué nunca prevalece algo, al
menos unos gramos de las cenizas que dejó aquello que hace tiempo
acabó? ¿por qué el dolor hace que perdamos lo más importante que
nos ha pasado? Hace que no quede ni rastro, como si hubiera sido un
fugitivo que cruza el río para que no puedan seguirle el rastro.
Exactamente igual. Y de aquello que un día nos dio la felicidad, ya
no queda nada, nada, absolutamente nada.
Que las cosas cambien de una palabra a otra, por una frase que tú no pretendías soltar, zas, la cagas. Y en 5 minutos pasas de estar en una nube lo más alta posible, a caer, y de la ostia, desmembrar cada pedacito de tu historia. Quizás por orgullo, por inmadurez, mirad, yo ya no sé que pensar.
Ahí los cambios se notan, y como si
hubiera venido un tifón imparable, el más grande de todos, y se
hubiera llevado todo cuanto encontró a su paso. Así pasa la vida, y
así se van agotando mis días: perdiendo todo lo que me importa,
poquito a poco, doliendo mucho y llorando poco.
Y no importa las veces que pida perdon, que diga que lo siento, no importa ni lo más mínimo que esté rota por dentro.
Si el orgullo ciega, mi alma ya está muerta.
-Inés-
Y no importa las veces que pida perdon, que diga que lo siento, no importa ni lo más mínimo que esté rota por dentro.
Si el orgullo ciega, mi alma ya está muerta.
-Inés-