sábado, 20 de octubre de 2012

Otoño: Inmaduro, oscuro, estéril.


Urbe. Fría y caliente a la vez, mecida por esos grises que la gobiernan día a día, hora tras hora. Allá dónde hay muy pocas personas, pero demasiada gente. Manipuladora e hiriente sólo como ella sabe ser. Tristes almas en pena caminando cada día por esas calles asfaltadas de dolor, rabia y temor. Organizados sin orden de paso por ese camino empedrado llamado vida. Todos viven y nadie sueña. Y entre medias, uno por millón, alguien da color.

Aire. Necesitado por los pulmones que al crear vacío del que llena la vida de esos desvalidos cuerpos manejados cuales marionetas por el destino, les da vida, olor, amor.

Es un sendero. Si, aquel que crees no subir, y poco a poco vas creciendo. Primero andas, con energía. Luego descargas todo en una ráfaga de incesante pedaleo por lograr llegar hasta esa pequeña cumbre. Subes, pedaleas, no avanzas. Te estancas. Te aterras.

Mirada al frente, sólida e incandescente. No permites parpadear, pues todo lo que viene es nuevo, está por llegar, viene porque se va a quedar. Saltas y esquivas los gijarros. Te llenas de vida, por si acaso.

Sin quererlo te das cuenta en un segundo de que ya no es todo como antes. Es más, nada se le asemeja. Las palabras se entrecruzan en tu mente, colocándose al lado unas de otras, al principio sin sentido. Las relees, te das cuenta de lo que dices, y todo cobra sentido. Te das cuenta de que al fin eres la de antes. La misma vida, los mismos gestos, la misma sonrisa al sol. Al sol que quema esas nubes al atardecer de este Octubre. Hiriente.

Esas nubes que se plasman sobre el cielo cual acuarela al lienzo, que van dibujando tu sendero. Poco a poco, cero a cero. Tonos rosas, naranjas, esa contaminación que las pinta como bandas. Y que así, sin más, desgarra otra fría tarde de otoño pasada entre escombros.

Y así es como nos ataca cada año el Otoño. Como una espina de aquel cardo entre un millón de rosas, de ese ramo modelado por las más bellas manos que no saben cuidar lo que tocan.



Porque sí, los mejores atardeceres no sólo se ven contigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Conocerme? Atrévete.

Mi foto
Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.