lunes, 29 de octubre de 2012

Dejarse vencer nunca fue una opción.


Errores los cometemos todos. Unos más. Otros menos. Unos más graves y otros más pequeños.
Lo importante, al fin y al cabo, es saber como pedir perdón. Como sentir ese arrepentimiento que en un primer momento te quema, tras darte cuenta de lo que has hecho.
Saber como arrepentirte y sacar ese sentimiento de culpa a través de dos simples palabras. “Lo siento”

Tan difícil resulta a veces, tan tarde nos damos cuenta otras... Pero, si no cuesta recuperar algo, ¿acaso merece la pena? A ella le está costando la vida...

Ella siempre fue difícil, siempre le gustaron los retos, desafíos y demás cosas de esa calaña.
Quizás algunas personas sean demasiado orgullosas como para arrastrarse pidiendo perdón detrás de su objetivo. Siempre pensó que en estas cuestiones, ni el orgullo vale, ni dar pena ayuda. Toca tragarse cada gota de orgullo que puedas tener, y a por ello.
Al menos una oportunidad, nunca pidió nada más. Sólo una cabeza que pudiera entender su dolor, su agonía y su temor.

Hemos de intentarlo y no darnos por vencidos, no tan fácilmente. Pues si no se lucha, no se gana. Y no creo que nadie, ni siquiera ella, quiera perder algo tan valioso como ésto. Ni siquiera, la más pequeña batalla.

La vida nos quiere ver perder, pero ¿Sabéis qué? NI DE COÑA.

martes, 23 de octubre de 2012

El insensible de la razón.



Para los que ya no sienten, una gota de cabeza.
Para los que nunca amaron, litros de cerveza.
A esos que no lloran, agua para las heridas.
A esos que amenazan con tanta despedida.

No quise herirte, tampoco amarte.
No quise tenerte ni chuparte la sangre.
En cosa de dos, tres no entran.
En caso de perdón, todo son quejas.

No eran contratos. No hablaba de pactos.
No solía pensar ni siquiera en el fracaso.
Tampoco del viento supe que hacer,
pues te fuiste casi sin aparecer.

Así lo llevaron los malos contratos,
todos los asuntos que un día incendiamos.
No busco cadenas que aten sin piedad.
No tengo ni un puto gramo de bondad.

Que el frío me quema
¿Qué se la va a hacer?
Si para dos mierdas que pides
no sabes que hacer.


Sólo aire. Sólo dolor.
No vuelvas, por favor.
Felicidad, no aparezcas de nuevo.
No sabré que hacer si te veo.

Un grito por palabra
Y no sabes que decir,
tan sólo te desgarras:

Libertad, ¡Ven a mí!

sábado, 20 de octubre de 2012

Otoño: Inmaduro, oscuro, estéril.


Urbe. Fría y caliente a la vez, mecida por esos grises que la gobiernan día a día, hora tras hora. Allá dónde hay muy pocas personas, pero demasiada gente. Manipuladora e hiriente sólo como ella sabe ser. Tristes almas en pena caminando cada día por esas calles asfaltadas de dolor, rabia y temor. Organizados sin orden de paso por ese camino empedrado llamado vida. Todos viven y nadie sueña. Y entre medias, uno por millón, alguien da color.

Aire. Necesitado por los pulmones que al crear vacío del que llena la vida de esos desvalidos cuerpos manejados cuales marionetas por el destino, les da vida, olor, amor.

Es un sendero. Si, aquel que crees no subir, y poco a poco vas creciendo. Primero andas, con energía. Luego descargas todo en una ráfaga de incesante pedaleo por lograr llegar hasta esa pequeña cumbre. Subes, pedaleas, no avanzas. Te estancas. Te aterras.

Mirada al frente, sólida e incandescente. No permites parpadear, pues todo lo que viene es nuevo, está por llegar, viene porque se va a quedar. Saltas y esquivas los gijarros. Te llenas de vida, por si acaso.

Sin quererlo te das cuenta en un segundo de que ya no es todo como antes. Es más, nada se le asemeja. Las palabras se entrecruzan en tu mente, colocándose al lado unas de otras, al principio sin sentido. Las relees, te das cuenta de lo que dices, y todo cobra sentido. Te das cuenta de que al fin eres la de antes. La misma vida, los mismos gestos, la misma sonrisa al sol. Al sol que quema esas nubes al atardecer de este Octubre. Hiriente.

Esas nubes que se plasman sobre el cielo cual acuarela al lienzo, que van dibujando tu sendero. Poco a poco, cero a cero. Tonos rosas, naranjas, esa contaminación que las pinta como bandas. Y que así, sin más, desgarra otra fría tarde de otoño pasada entre escombros.

Y así es como nos ataca cada año el Otoño. Como una espina de aquel cardo entre un millón de rosas, de ese ramo modelado por las más bellas manos que no saben cuidar lo que tocan.



Porque sí, los mejores atardeceres no sólo se ven contigo.

lunes, 15 de octubre de 2012

Primera cuenta atrás.


Aquí llegan. Todas esas tardes que, un año más, van a hacer que su frío calenturiento ataque tus huesos como si de una banda de Heavy Metal tocando su tema más estrepitoso se tratara. Así llegan, sin avisar, como todo en esta vida. Ni avisa cuando viene, ni avisa cuando va. Sin embargo, hay demasiadas cosas que permanecen.

Él. Sentado en su escritorio intentando concentrarse en los dos últimos versos de su nuevo single. Decenas de folios de papel desparramados por el suelo hechos una especie rara de bolas malformadas que incansablemente le van invadiendo. Tintas gastadas, bolígrafos vacíos... Dos palabras, sólo le faltan dos palabras que rimen y ya lo tiene hecho. Dos palabras... y sabe dónde encontrarlas. Un beso, eso necesita. Y sin pensarlo dos veces, agarra su bufanda, su abrigo y esos guantes sin dedos que ella le regaló.

Ella. Sentada en su cama, intentando encontrar dos acordes más, nuevos, diferentes, que remarquen lo especial de sus canciones. Sólo la alumbra una tenue bombilla a medio fundir y sus ojos ya están cansados. Prueba uno por aquí, uno por allá... Timbre. No se levanta, ya abrirán. De repente, un “Toc-toc” en su puerta. Aparece, se sienta junto a ella y la mira. Ella no levanta la cabeza. No mueve los ojos de las cuerdas de esa vieja Fender desgastada de tanto roce. Y no lo hace porque sabe que no puede mirar esos ojos sin sonreír, esos labios sin besarlos, no puede tocar esa piel sin perderse en ella... No puede resistirse a lo irresistible de ese espécimen extraño de hombre.

“Como un idiota, como la primera vez que la ví. Eres imbécil tío. Bésala de una puta vez. Es lo que has venido a hacer, ¿no? Llevas meses sin verla y ahora la tienes delante de ti, a menos de medio metro. Te ha costado la vida volverla a llamar, te presentas de repente en su habitación ¿Y vuelves a perder la jodida oportunidad de recuperarla? Eh tú, ¡¡DESPIERTA!!. No va a seguir toda la vida ahí. Va a irse, algún día. Y tú serás el imbécil de siempre, pero con una oportunidad menos. Mírala, está preciosa. Y sus manos no se mueven. Está paralizada, no te mira. Es por tu presencia en ese cuarto a media luz.”

“¿Qué haces? Muévete idiota. No sé a que ha venido... pero y ¿qué más me da? Está aquí, y eso es lo importante. Quizás se haya dado cuenta de su error al dejarme ir. O quizás haya venido para despedirse, para siempre. No llores, tonta, y levanta la mirada. Mira, esos ojos que tantas veces te miraron y te hicieron suya. Mira su boca, esos labios que cada vez que te besaban te llevaban al cielo o dios sabe dónde. Toca su piel, sus manos, ¿no ves que te están esperando? Está temblando. Nunca había temblado conmigo. Ésto es nuevo. Y no sé si es malo o bueno. […] Venga, eso es. Así. Poco a poco mueve ese cuello hacia arriba. Mira. Te está mirando. Y parece que lleva un rato así. Quizás desde que ha entrado.”

Sesenta centímetros. Exactamente sesenta centímetros les separan. Ahora cincuenta y nueve...
Él aparta su guitarra como si de una muñeca de delicada porcelana se tratara. Ella se deja atacar. No sabe qué responder, cómo actuar.
Cincuenta centímetros. Y bajando. Y ambos corazones laten con aún más fuerza de la que puedan soportar. Una mano sobre la otra. Primer escalofrío. Todo va cobrando sentido.
Cuarenta y sus ojos comienzan a llorar. Treinta y sus labios a palpitar. Veinte y se detienen. Diez y poco a poco desean morderse. Nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, dos, dos, dos....

“¿A por que venía? Ah sí, a acabar mi canción. Y ¿qué hago? Llevarme un corazón.”

Uno. Y por fin estallan en su vicio.

Y así,dos idiotas, en ese cuarto, al trasluz de esa noche impecablemente heladora de Noviembre, sin rencores, sin remordimientos, permanecen hasta el amanecer.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Antes de salir a escena...


Su nombre sonaba retumbante por los pasillos de aquel teatro medio derruído que ella había conseguido llenar de gente al fin. Sólo por una noche. Sólo en su primera actuación. Nadie nunca le había oído cantar antes. ¿Sería voz dulce y melodiosa? ¿Sería voz ronca al buen estilo “Tyler”? ¿Sería más bien algo a lo “Russian Red” raro y de incógnito, como ella misma? ¿O sería un gran fraude a la vista de esos tímpanos expectantes de sensaciones?
Nunca nada había sido sabido. Apenas nadie nunca le había oído antes. Su voz, en la vida había salido de sus cuerdas vocales delante de más de cinco personas, pero a través de sus palabras, sus letras, y sus acordes, todo por separado, consiguió llenar aquel lugar, en el que un día, tiempo atrás, su mayor admiración había salido a la luz.
Temblores. Dientes cascarilleantes. Dedos crujientes. Maquillaje sobre su piel y lágrimas en sus ojos. Antes de salir a escena, vio pasar su vida entera.
Tan sólo un par de guitarras y una batería desbaratada estaban sobre el escenario. A telón cerrado. Sin que nada pudiera ser visto. Sólo escuchado.



“Dos minutos. Dos más.” Suplicaba al encargado de levantar el telón.
Subió las escaleras temblando. No se tenía en pie de la emoción. Agarró su guitarra, aclaró su voz. El cuero de la batería tensado. Las cuerdas preparadas al más puro estilo que de la vida había aprendido. Un par de gorgoritos y todo estaba listo.
Resuenan golpes de baqueta, y todo el público cada vez la siente más cerca.

Un. Dos. Un, dos, tres, y...

Su voz sale. A chorro entre las fibras del micrófono. Y todos esperan, expectando.
Pasa una estrofa, llega la segunda. Y las gradas al completo se levantan en el momento oportuno para que la batería retumbe, y las cuerdas de la guitarra, a punto de explotar, la llevan a volar. Y da la orden.

“¡TELÓN ARRIBA! -Grita- ¡ÉSTA ES MI VIDA!
¡QUE COMIENCE EL ESPECTÁCULO!
¡NO ESTAMOS HECHOS PARA ESTAR CALLADOS!”

viernes, 5 de octubre de 2012

Infinitésimamente.

Pensaba que volviendo al pueblo se me pasaría esa nostalgia que tanto me llena en la ciudad, gris, oscura, fea para mí. Y que el aire limpio limpiaría también mi mente. Esa capacidad de abstraerme completamente a mi mundo subiendo a aquella colina mientras observo como el sol, juguetón entre las nubes, se va escondiendo, remolón, sin querer dar paso a la luna que baña mis noches. Aquella que me hace llorar mientras sonrío. Aquella que las noches en vela, tira piedras a mi ventana llamándome a volar

 


Pero no. Ahora llego, sé que estoy más cerca de él, y le echo aún más de menos. Aún más de lo que le echo en esa habitación cochambrosa que llamo mi casa de la urbe (terrorífica). Que se siente sola sin él, aunque no le conozca. Que le echa de menos, como yo. Y que se da cuenta ahora. Bueno, o que aun no se ha dado cuenta. O no se dará cuenta nunca. Como tú. ¿En serio?

He pasado un tiempo volada. Sin pensar. En mi nube de algodón allá en lo alto. Pero, ¿sabéis qué? Desde allí le veía. Y no era nadie. Nadie relevante. Nadie importante. Yo para él, o él para mí. Ya no lo sé. ¿Qué ha pasado para que haya cambiado al segundo, tercer, o cuarto plano? Mi vida. Eso ha cambiado. Pero yo, sigo siendo la misma idiota que te intentaba llevar al infinito.

Es volver, avanzar kilómetros hacia atrás. Sustituir lágrimas por acordes que vas cantando en el coche, de vuelta a tu hogar. Y ver pasar cada kilómetro, cada vuelta de rueda, cada solitario poste de teléfono, sintiendo a la vez que poco a poco, estás más lejos. ¿Es posible eso? Estar cada vez más lejos, estando tan cerca.




No te espero, ¿o sí? No te siento, ¿o sí? No te quiero.... ¿Quizás? Te necesito.... puede. Te echo de menos, a veces... siempre, nunca, y todo el rato. Quiero verte.... ¿Quieres verme? Tenerte cerca, olerte. Simplemente, oírte decir todo lo que tenga que oír. Pero de una vez por todas.

Echarte de menos ya va saliendo de mi “rutina” particular. Pero de repente, un día, para romper la monotonía, llega todo de golpe, y se pasa mal. Creéme, como un pollito en una carnicería. Así.

¿Ya he dejado de ser todas esas cosas que me decías? O, ¿es que resulta que todo eran mentiras? Nah, no creo que llegases a ser tan rastrero como para inventar ciertas cosas... quizás bonitas.

Ya nada es como antes... y ciertamente, esperanza ya me queda poca. Ya, una vez perdido todo, ¿Qué más da vivir? Si algún día se me cruza un cable, tiraré todo por la borda e iré a buscarte, como nunca lo he hecho antes. Y aviso que no podrás escapar.

Te dije que no me conocías. Y no me has dejado ser la que te dije que iba a ser. ¿Por qué? ¿Por qué no la última oportunidad antes de abandonar la partida? Aquí está: Cobardía.

Pero ya no te pido nada. Ya no tengo nada más que alegar, creo. A no ser que no entiendas lo que aquí, decirte quiero. (Que me da que nunca querrás hacerlo, pero bueno) .

Te estoy diciendo que en tus manos está el perdonar, el olvidar, el empezar de nuevo, pero nunca de cero. Todo lo que hemos vivido, nos va a estar persiguiendo toda la vida ¿Sabes? Es un capítulo inacabado, que ni pasar página, hacia adelante o atrás, va a cerrar. Ni en la tuya, ni en la mía. Te estoy pidiendo que me busques y me expliques el porqué de tus no matices. Adelante, te espero.


                                    Como siempre, la bala perdida de siempre.



 "Ésta herida en mi alma no llegó a cicatrizar, y estará desesperada hasta que te vea llegar"


¿Conocerme? Atrévete.

Mi foto
Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.