viernes, 11 de septiembre de 2015

Erasmus, dulce erasmus.

Uno. Dos. Tres.

Eso fue lo que conté antes de cruzar la puerta de mi nuevo piso ayer. Aquí voy a vivir los 4 meses más geniales de mi vida (o así me los han pintado). Un erasmus. Cuando resuena esa palabra en mi cabeza cada vez suena mejor.

“Erasmus… erasmus”

Hace un par de meses, o incluso un par de semanas no era consciente de lo que me iba a pasar, y creo que aquí, de frente a ello, tampoco tengo mucha idea de lo que es. Es el primer dia, si, muchos me lo dicen. Pero es difícil. No quiero reducir mi espacio vital a mi habitación. Quiero no ponerle límites y que toda esta ciudad se convierta en mi hogar. Pronto, muy pronto.

Sinceramente, me lo estoy tomando como los últimos días de mi vida hasta ahora. Espero cambiar, y que me cambien. Influir en que otros cambien y que todo esto sea un cambio para bien que nunca se eche para atrás.

El primer día si, se necesita espacio. Trabas con los papeles, despedidas, probablemente echas de menos tu casa, tu familia, tus amigos. Te recluyes en tu habitación a deshacer las maletas intentando suplir esa falta de comodidad.  Comes, te echas la siesta para hacer tiempo (y porque anoche no dormiste ni un minuto) y te preparas para salir.

Ahora sí que sientes que vas a empezar a ser un Erasmus de verdad. Veamos a ver como se da.

Que comience la aventura.

¿Conocerme? Atrévete.

Mi foto
Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.