martes, 7 de febrero de 2012

Espontaneidad agridulce.

A veces las cosas llegan sin avisar, y suelen ser las mejores. Cuando la espontaneidad llega a tu vida así, de repente, sin que lo esperaras, y te saca una sonrisa.
Siempre lo mejor está por llegar, y cuando algo parecido llega te cuesta creer en la verdad, hacerte a lo nuevo. Creerte que lo que vives no es un sueño.
Sin miramientos ni estropicios, llega a mi vida en un suspiro. Y sin más me quiso dar un rato de felicidad. A momentos, a ratos, sin esperar más que dos gatos que enredan sus colas a la luz de la luna. Como dos cisnes cuyos cuellos parecen formar un corazón, pero está vació. Por dentro y por fuera.
 Espontaneidad sin sustos, magia sin trucos.
Conejos que salen de chisteras invisibles cuyo fondo no tiene fin. Sonrisas arrancadas de portadas de revistas, más perfectas que la tuya no hay ninguna.
Besos robados en lugares inesperados que entran por ventanas de los tejados. En noches oscuras como ninguna, así como ésta, sólo una cosa es posible pedir. Ternura por dentro y labios de carmín.



Lo inesperado es lo creado, y lo mejor, lo repentino.

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Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.