Dos palabras que a mucha gente le suenan a cuento. Dos palabras que a otros les producen escalofríos. Dos palabras que otros no se creen. Yo las creo.
Algunos viven todo el año para esas fechas, tan clamadas en Rioseco. Otros creen que son unos días más. Hay otros que lo viven con la más pura devoción. Otros creen en la tradición.
De unos años ahora, yo me consideraba de los que eran indiferentes, eran unos días más en el año, sólo que importantes para los riosecanos. De unos años ahora, me he ido sintiendo más riosecana, comparto sentimiento con la gente de allí, para mi la Semana Santa ya no es lo que era.
Este año, llevo dos meses tarareando sin parar las canciones que tocaré con devoción. Esas que se que me van a hacer llorar, por primera vez en la vida. Por fin aprecio las tallas como se merecen, quiero verlas de cerca, notarlas, sentirlas. Creer en que es algo que forma parte de todos. Yo como pequeña parte de riosecana que me siento, sé es una parte en mí.
Esa Semana Santa, esas notas saliendo de cornetas, tambores, saxofones, bombardinos, trompetas, flautas, bombos, trombones y por supuesto, lo más importante para mí, clarinetes. Esas calles que todos rogamos no estén húmedas, aunque siempre cae alguna gota, y si no, ya se encargan los cofrades de soltar lágrimas, de emoción, de sentimiento, de Pasión. Pasión semanasantera.
Y bajo los focos que alumbran las calles... ahí todos somos uno. Nuestras lágrimas se funden en una, nuestras sonrisas iluminan las imágenes, y nuestras voces callan al sonar de las canciones.
Los que no lo viven no saben lo que es. Los que lo viven, les llena. Los que empezamos a vivirlo, lo hacemos con fuerza.
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