jueves, 12 de abril de 2012

-- El final, acabó siendo el principio --

Ella, perdida. Estúpida durante tanto tiempo.

Todo comenzó cuando ella no quería. Ella era feliz libre. Ella era feliz consigo misma y no necesitaba nada más, cuando de repente, algo atacó su cabeza. 

Primera noche. Ella no quería que nada pasara. No quería comenzar algo demasiado rápido. No quería forzar el cruce de caminos, pero él, sin quererlo, lo hizo. Quizás por que le apeteció en ese momento, un beso de sus labios, a punto de caramelo, deseando un beso, cálido, esa noche de Enero.

Durante una semana sintió miedo, pavor, temor a que algo saliera mal. Antes de continuar con todo eso, se planteó dejarlo como estaba, que estaba bien. Pero no, ella se moría de ganas de tenerle. Que llegó como una bocanada de aire fresco a su vida, y ella lo que necesitaba era renovarse.

El tiempo pasó, y las cosas iban bien. Él se reservaba los besos, para aumentar las ganas de ella. Una niña, que se perdía al mirar sus ojos. Cuándo él la levantaba en sus brazos. Cuando ella le mordía sus labios. 

Al principio el de las ganas era él. Y mientras él las perdía, ella las ganaba. 

Mientras, a ella nunca le pareció que las cosas podían salir mal, pero tenía la certeza de que algún día, él dejaría de darle plumas a sus alas. Y poco a poco, comenzó a ocurrir.

Todo repentino, en un día le perdió. Y hubo un stop asesino. Una tarde oscura de febrero. El sol no salió en toda la semana. Ella se contenía las lágrimas hasta que un día no aguantó más e inundó el hombro de su amiga. Le necesitaba, y sentía que si le perdía se moría.

Él desapareció, durante una temporada. Verle con otra. Ganas de matar. A él y a ella. Pero ninguno tenía la culpa. Sólo la niña, perdida en los colores que bañaban su vida, para pintar el más bello cuadro que un día descubriría.

Él decía que tenía miedo, ella no lo creía. ¿O sí? La gente estaba en contra. Le llegaban habladurías. De ésas que ella dijo que nunca haría caso. Que era él. Y sólo él, a quien creía. Pero tantas fueron que llenaron su cabeza. Y se debatía entra ella, el mundo, y su primera decisión.

Dos meses han pasado. De intenso sufrimiento. Ella no ha sabido como expresarse hasta hoy. Y aún así la quedan cosas que decir. Palabras guardadas en el tintero que todavía no han manchado un bloc de papel para decírselo.

Dos. Tenían que ser dos. Ese número que nunca falla. Ella adora ese número. Y sin darse cuenta, ese número ha marcado su vida. 

A día de hoy, un poco aclarada, recuerda lo que le odió. Lo que quiso decirle. Todos los besos que quedaron al aire en sus sueños. Todas esas conversaciones en su cabeza, entre ella y su corazón. Entre él y su razón.
Todos los malos humores desgastados con un vuelo. Al infinito de su cielo.
Todos los malos momentos se acaban al llegar hoy. Todo se aclara un poco más, más que en los dos últimos meses de su vida. Sólo recordar esos momentos de incertidumbre que hubo bañados en lágrimas. Todas las noches sola, perdida en el abismo del olvido, refugiándose en textos que no saben lo que digo. Todo lo que sufrió, lo que quiso, lo que deseó y nunca tuvo. Todo se arregla hoy con sus palabras. Todo se aclara. Todo vuelve a ser genial. Todo... calla. 

Ella ahora no necesita que la digan “Eh, estoy aquí” sino “Eh, siempre” Y que la den abrazos cuando los pida, aunque cueste. Y que la hagan sonreír y la levanten el ánimo , aunque también cueste. Y sentir que puede confíar de nuevo en aquel, que un día, la hizo sentirse bien.

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Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.